La Brunca: A Day in the Life
I am almost two weeks into my AMIGOS trip. I am a part of the La Brunca project, and we are staying in Biolley, a community in the Perez Zeledón region. It seems that here, as soon as the sun rises, it is gone again. Here in Biolley, there is always something to do. Some days, we work in the yard, while other days we work in our host family’s house. I love it, because every day feels as if it is a new challenge. Something more difficult than the next!
In the afternoons, when we are finished with AMIGOS activities and volunteering with our host families, we hang out with the kids from community. Every day, we walk down to the plaza where the soccer field is to take a break. My partner Ryan and I take the long road down daily. Trees and fields full of grass and cattle line the road. The walk is quiet and peaceful, except for the occasional motorcycle. There are a few houses found along the road, with one or two seen every few minutes. A pack of dogs follow us down to the soccer field. While we walk, we see our friends from community, Oscar, Alex, Daniel, and Felipe. We have recently met them while we came to the school in Biolley. We wave hi and say “qué pasa!” and continue down the road.
After the long walk, we all arrive at the field. Other fellow AMIGOS volunteers are here at the field – no matter how exhausted we are, or how rainy the weather is, we always make our way down to the field. The sun has begun to set. Everything in the path is illuminated with a slight glow. We walk off the road under the tall trees and through the rusty fence to the field. There are two metal goal posts and thick grass surrounding them. We all smile and greet each other. Whatever worries we have are gone, whatever was on our minds before has disappeared.
Everyone here is living, breathing in the warm Costa Rican air. We start passing the ball around. We start off slow. The ball rolls through the field and begins to find new people. Friends from Biolley and more AMIGOS volunteers arrive. The chatter grows, the ball continues to fly through the air. The ball finds my feet and I take a few steps out of the group – I now feel alone. I stare at the ball for a second and begin to wind up to kick. I am calm and feel content by myself. My foot makes contact and it soars through the field past the tall trees, rusty fence into the goal!
I can hear all my friends from behind shouting and cheering…I look back and smile. Ryan and I leave the field to make the trek back up to our home. We say goodbye to our friends and continue up the steep hill. At the porch of our home, we look out and see the sunset – it is filled with vibrant colors of yellow and orange. The sun dips down under the mountains.
Llevo casi dos semanas de viaje en AMIGOS. Formo parte del proyecto La Brunca y nos alojamos en Biolley, una comunidad de la región de Pérez Zeledón. Parece que aquí, tan pronto como sale el sol, se va de nuevo. En Biolley siempre hay algo que hacer. Algunos días, trabajamos en el patio, mientras que otros días trabajamos en la casa de nuestra familia anfitriona. Me encanta, porque cada día parece un nuevo reto. Algo más difícil que el siguiente.
Por las tardes, cuando terminamos con las actividades de AMIGOS y el voluntariado con nuestras familias de acogida, pasamos el rato con los niños de la comunidad. Todos los días, caminamos hasta la plaza donde está el campo de fútbol para tomarnos un descanso. Mi compañero Ryan y yo hacemos el largo camino de bajada a diario. Árboles y campos llenos de hierba y ganado bordean la carretera. El paseo es tranquilo y apacible, salvo por alguna que otra motocicleta. Hay algunas casas a lo largo de la carretera, y se ven una o dos cada pocos minutos. Una jauría de perros nos sigue hasta el campo de fútbol. Mientras caminamos, vemos a nuestros amigos de la comunidad, Oscar, Alex, Daniel y Felipe. Los hemos conocido hace poco cuando vinimos a la escuela de Biolley. Los saludamos con la mano y decimos “¡qué pasa!” y seguimos camino abajo.
Tras la larga caminata, todos llegamos al campo. Otros compañeros voluntarios de AMIGOS están en el campo; no importa lo agotados que estemos o lo lluvioso que sea el tiempo, siempre bajamos al campo. El sol empieza a ponerse. Todo en el camino está iluminado con un ligero resplandor. Salimos de la carretera por debajo de los altos árboles y atravesamos la oxidada valla hasta llegar al campo. Hay dos porterías metálicas y una hierba espesa que las rodea. Todos sonreímos y nos saludamos. Cualquier preocupación que tuviéramos se ha esfumado, cualquier cosa que nos rondara por la cabeza antes ha desaparecido.
Aquí todo el mundo vive, respira el cálido aire costarricense. Empezamos a pasarnos el balón. Empezamos despacio. La pelota rueda por el campo y empieza a encontrar gente nueva. Llegan amigos de Biolley y más voluntarios de AMIGOS. La charla crece, el balón sigue volando por el aire. El balón encuentra mis pies y doy unos pasos fuera del grupo: ahora me siento solo. Miro fijamente el balón durante un segundo y empiezo a darle cuerda para chutar. Estoy tranquilo y me siento satisfecho conmigo mismo. Mi pie entra en contacto con el balón y éste se eleva a través del campo, pasando entre los altos árboles y la oxidada valla, hasta llegar a la portería.
Oigo a todos mis amigos gritar y animar desde atrás… Miro hacia atrás y sonrío. Ryan y yo abandonamos el campo para emprender el camino de vuelta a casa. Nos despedimos de nuestros amigos y seguimos subiendo la empinada cuesta. En el porche de nuestra casa, nos asomamos y vemos la puesta de sol, llena de vibrantes colores amarillos y naranjas. El sol se oculta bajo las montañas.
